Siempre miraba con ojos sexualmente sugerentes a mi hermanastra, Roya, que nació cuando mis padres se volvieron a casar. Un día, la espié mientras se cambiaba de ropa y me fijé en el espeso vello púbico que asomaba bajo sus bragas. A partir de ese día, mi interés por el vello púbico fue abrumador, así que me acerqué a hurtadillas a mi hermanastra dormida para admirar su vello púbico. Cuando se despertó, pensé que todo había terminado, pero me dijo: "Sólo míralo". ¡Y me dio permiso! Desde entonces, disfruto de la compañía de mi adorable hermanastra, incluso en la ducha...