Vivía la indulgente vida universitaria, pero tenía una mujer casada de edad suficiente para ser mi madre que era mi pareja sexual. Mi compañera sexual quería tener hijos, pero su marido no, así que se abrió una gran brecha entre nosotros y ella vino a mi casa a llenar ese vacío emocional y físico. Me cuidaba como una madre, cocinaba, limpiaba e incluso se encargaba de mi corrida cuando yo orgasmaba y su cuerpo rollizo y maduro se estremecía de placer. Un día estaba tomando unas copas en casa con mi compañera sexual y un amigo al que le excitaba...