Una esbelta y bella esposa vino de visita a nuestra casa. Dijo que disfrutaba del placer físico y mental del sexo anal. Inmediatamente examinamos su culo y lo encontramos suave y húmedo. Su ano abierto engulló rápidamente la bola de té. Un consolador de 120 cm de largo, de la altura de un niño, se introdujo con gracia en su ano. Incluso con dos consoladores introducidos, seguía gimiendo de placer. Tras 10 segundos de áspera penetración y temblorosa garganta profunda, perdió el conocimiento. Aún sentía en lo profundo de su garganta...