Mari Rukia, una combinación de belleza y lascivia, muestra sus instintos primarios en un teatro de entrenamiento. Es rociada repetidamente con jugos blancos lechosos y tragada copiosamente hasta que el placer llena las profundidades de su garganta. Con cada impacto, el placer fluye por todo su cuerpo y su ano tiembla de placer. Lo expone todo, lo siente todo, se vuelve salvaje y acaba cayendo. Esta es la obra cumbre de la carne y el deseo.