La esbelta y voluptuosa criada es congelada por un láser que detiene el tiempo, inmovilizada como un maniquí. Su bello e inexpresivo rostro está sellado, incapaz de hablar o moverse, mientras el espeluznante mayordomo de mediana edad la atiborra a besos con lengua. Estaba empapada hasta los huesos, con la saliva goteándole por las mejillas, completamente bajo su control, reducida a un juguete. "¡Esta criada es mía!", declaró. Declaró...