Era mi primer fin de semana desde la mudanza. Había hecho las maletas y sólo me quedaba guardar las cajas de cartón cuando aparecieron un hombre y una mujer que decían ser de la comunidad. Uno de los hombres dijo que era el presidente de la comunidad y la otra era una chica delgada y guapa. Al enterarse de que me acababa de mudar, vinieron a invitarme a unirme a la comunidad. En un principio, tenía intención de negarme cortésmente y me limité a escuchar con displicencia su presentación de las actividades de la asociación. Sin embargo, la calidez de la invitación de la chica guapa...