Siempre que visito Los Ángeles, voy a un famoso sitio de perritos calientes. Hice un pedido en el autoservicio y la repartidora, una rubia preciosa, me dejó en el coche sin que pudiera dejar de mirarla. Me intrigó un comentario burlón que hizo a la salida y decidí volver al día siguiente. Me di cuenta de que le interesaba Japón, así que intenté ligar con ella y, aunque pensé que era poco probable, me hizo un hueco después del trabajo. Así que...